
Abro la ventana de par en par, dejo que entre la noche, que me inunde la luna.
Ráfagas de frío acechan tras la ventana, dan su sabor a la noche. Matiz de noche de verano.
Y esa nube, tímida y perdida que se acerca lentamente, saluda cordial a al luna...y se desvanece. Desaparece. Deja de existir.
Y una estrella perdida en el horizonte, y una luz que busca un más allá. Pobres ilusas, se quieren comparar.
Aparece la nube, con fuerza y formas renovadas ¡Se quiere declarar! Le grita a la luna que la ama y que la acompañará en cada una de sus noches de un lado a otro del horizonte, prometiendo amor y amistad.
Pero la luna le cuenta, le explica más bien, que vive por una estrella, vive por la estrella que la hace brillar.
Sol, que alumbras mi camino y mis días. Sol, que consigues que de amor ilumine las noches, perdámonos en el cálido mar, en el dulce mes de abril.
Y una estrella se abre camino a través del cielo.
Tú, mi sol.
Si es que, siempre se ha dicho que lo mejor del sol, es el brillo de la luna.