En medio de la apabullante inmensidad de sinsentidos efímeros que la humanidad ha tenido a bien de crear desde que se separó del resto de los monos (cosa de la cual parecemos vanagloriarnos sin escrúpulos), un pequeñísimo detalle es mucho más lindo que las demás. Escribir. Grandísima chorrada es el pasar nuestros sentimientos en forma de palabras al papel, reducirlas a manchas de tinta que se estropea, se corre, se quema. Es sin embargo, una costumbre tiernísima y principal culpable de muchas alegrías en nuestra vida. Cuando pillamos un buen libro, de esos que uno no está seguro si no podemos soltarlo a él o es él quien no nos suelta a nosotros, entonces hay magia. Con uno de esos libros, volamos. Somos abducidos por las palabras y llegamos allí donde quiera el autor llevarnos, pero todo lo vemos desde nuestro mundo particular, sea del color que sea. Quien no coincida en que leer Obras, con mayúscula, sean de Shakespeare, sean de Unamuno, de Aldous Huxley, de Milan Kundera, de Edgar Allan Poe, de Herman Hesse, de Don anónimo, quien no coincida que eso es una de las más bonitas sensaciones que se pueden tener… Ése no ha leído nada.
Como especie tenemos especial predilección por idolatrar y elevar a esferas sobrehumanas cualquier tontería que hagamos. Algo tan nimio como ir a la luna es un momento histórico, como les gusta decir a los americanos, un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad, que todavía no se ha quitado los pañales. Y algo fácilmente idolatrable es la literatura. Qué bien se queda uno cuando cita a uno de los Grandes. La vida es sueño. Ser o no ser. Todo es relativo. Blablabla. Al más puro estilo Carrefour. Citas made in China. En lo que se llama “clase” de literatura “estudiamos” la creación, eterna (ooohhhhh!!), de otros que ya tuvieron su instante de gloria. Y generosos libros de 500, 600 páginas regurjitan todo ello con pelos y señales para nosotros.
Odioso.
Dos milenios de cultura, o más, tropecientos autores de todos los tamaños y colores esforzándose por ser únicos, por hacer su mundo accesible y apreciable para los demás, por hacerlo digno de amar, por criticar los fallos que el mundo, el Universo y Dios tenían en su tiempo. Tantísimo trabajo, tantísima creatividad, reducida, comprimida y humillada a 600 pastelosas páginas en las que lo importante no es lo que se dice, lo que en su tiempo movió cielo y tierra, sino quién lo dice. Literatura precocinada. Repugnante. Esfuerzos titánicos por darle color al mundo, y acaban siendo recopilados y servidos en masa, como clones, con código de barras. ¿La diferencia a primera vista del teatro griego con el Romanticismo? El número de página, en mi libro. Mucha palabra grandilocuente y altisonante para describir la extraordinaria belleza que Platón esparcía entre las tumultuosas muchedumbres todavía medio barbarizadas, mucha metáfora, mucho relleno, y al final de lo que importa no hay sino un fragmento. Una rendija. El equivalente de las clases de literatura en un hospital sería estudiar todas y cada una de las enfermedades del mundo exhaustivamente, su procedencia, evolución, riesgo de contagio, características del organisme infectante, casos más conocidos, remedios, posibles mutaciones y, tras todo el trabajo, limitarse a darle una aspirina al enfermo. Y que se cure solo, eh. Que si el profesor con su libraco no sabe enseñar a amar la literatura, la culpa será del alumno que es incapaz de apreciar la magnificiencia de dos mil años de creación literaria a la vez. Así, en frío. Come potaje de literatura. Qué estúpida necesidad de saberlo todo, todos los detalles de todos los autores, cuando lo bonito, lo lógico, lo instintivo, aquello por lo que esa gente llegó a la historia queda ahora secundario, una mínima cita. Y cuando por fin podemos leerlo, apreciarlo, ¿qué toca? Características formales del fragmento. Divide el texto en introducción, desarrollo y desenlace. Haz la localización y clasifica el texto por su naturaleza y el tipo de escrito. Analiza los recursos estilísticos y su relación con la época en la que fueron escritos. Haz un resumen y un análisis del lenguaje, pon especial énfasis en la utilización de verbos en el Pretérito Perfecto Compuesto y comenta el uso que se le dan a los Adjetivos especificativos en el tercer párrafo.
Y con poner al final un “razona tus respuestas” se creen el último boom en pedagogía.
El boom que mató la poesía.