sábado, julio 07, 2007

La batalla

Resonaban sus pasos en los peldaños de aquella fría escalera, nunca apagando los gritos de sus sentimientos.
Éstos, demasiado cambiantes ya, pasaban de la frustración a la euforia, del miedo a la ilusión. La incertidumbre, algo de cada día, nunca sabía lo que le podría pasar.
Lo curioso es que nunca dudó y, sentada en aquel banco una tarde de verano sólo gritaba en silencio la necesidad de hacer algo, la impotencia empezaba a menguar ya sus fuerzas, mas no su esperanza.
Esperaría, sólo le quedaba esperar, dejar que pasasen los días. No pondría mala cara ni alzaría la voz, se secaría las lágrimas para que nadie supiese como se podía sentir.
Pero en el fondo de su ser sabía que la espera era el óxido del alma y que lo único que necesitaba era luchar.
No tenía armas ni creía necesitarlas a pesar de que era un rival fuerte al que había de abatir. Pero tenía fe, fe ciega en sus deseos, confiaba plenamente en que se habrían de cumplir.
Así esperó un rato más a que el viento la despeinara por completo y le brindara algún aroma nuevo con el que soñar, escuchó lenguas a sus oídos incomprensibles, incoherentes, desató miradas condescendientes a las que sonrió y alzó el vuelo en busca de alguna pista por donde desencadenar la batalla.

3 comentarios:

Libelle dijo...

Empecemos en la playa... ahí empieza todo.


Besos^^!!

AsDePiqas dijo...

Mmmm

No me acaba de convencer

Vicky dijo...

a mí tampoco. un tanto confuso. igual escribes excelente =)