Chocolate para empezar

De nuevo perdida, muy pequeña para el mundo, muy grande para el cuerpo, físico y ficción se unen en una realidad sin sentido.
Eran dos o tres, nunca fue chica de números. Se derramaba día a día a causa de miradas por peldaños que después tendría que escalar para encontrar de nuevo su ruta. Desubicada a veces, no se daba cuenta en qué peldaño estaba, se confundía de mirada y volvía a perder la noción del tiempo, en el que nunca creyó, del espacio, en el que jamás estuvo, y se quedaba perdida en un punto que marcaba alguna luz. Quizás fueran tus ojos....quizás el chocolate....
Oyó que “no importa lo que venga por que yo sé a dónde voy”, que “qué mas da vivir que soñar”, ¿a dónde se van los días que pasan...?
Y frase a frase, canción tras canción llegan señales, llegan risas y sonrisas, las miradas más intensas que no creyó llegar a conocer, ni a recibir... puede que las miradas sólo reflejen algo.
Soñaba con ser invisible, su peor pesadilla, amenaza de soledad. Cada mañana bailaba con dudas, preguntas y muros contingentes al ritmo de un cha cha cha. Tenía miedo, no se sentía lo suficientemente fuerte para no defraudarse, se miraba en aquel espejo, tan exigente... quería contarse mentiras y no se atrevía, y se descargaba con aquel extraño, que en blanco, jamás le recriminó nada, se dedicaba a escuchar. Y así cada tarde, acompañada de esos ojos centelleantes, veía caer las sombras, diluyéndose por las fachadas de poniente como los días de verano.