sábado, diciembre 30, 2006

Anhelos de junio

Diciembre, veintisiete. Añoranza, tristeza, anhelos, carencia de junios, julios, agostos donde reinaba la excitación, la curiosidad, la incertidumbre. Tardes de té, de arena fina, de besos cálidos en compases de tres por cuatro, largos atardeceres al noreste con el horizonte azafrán, silencios verdes, manos rojas...
Largos pasos que recorrían distancias cortas, abrazos cortos en la eternidad de las miradas amantes que aún lo tiene todo por decir. Caricias al ritmo de notas pausadas de un piano de cola, mis dedos las blancas teclas, tus dedos las negras notas; irrumpen con la electricidad de una guitarra tus labios en los míos y se encogió el mundo, se separan sintiéndose incompletos los unos sin los otros y el mundo se empieza a desinflar.
Y se desvanece en un instante el mundo presente que conozco y vuelvo a la realidad del ayer, donde los días de verano, largos casi interminables, se esparcían como besos matinales, que aún son sueños, cuando aparecían casi sin querer aquellos rayitos de sol en la mañana e iban dibujando tus formas bajo aquellas sabanas finas.
Y nos perdíamos en calles desconocidas buscando un rincón alejado del mundo, esa esquina oculta que aún hoy buscamos donde ser quien somos y vivir como tal. Ese callejón sin salida en cuyo fondo nos besábamos entre titubeantes sombras, las de las nubes, las de la luna, las de nuestros cuerpos desnudos y anhelantes, desnudos de prejuicios y vergüenzas, anhelantes de deseo de perdición.
De la mano, sin prisas, sin rumbo, sin tensión caminábamos por ellas, por las calles, callejuelas y callejones y no sentábamos frente al mar, siempre fiel testigo de lo que somos, de lo que sentimos, nuestro primer amigo en común, nuestro lazo vinculante, el ritmo de nuestra canción y nos besamos, y nos miramos, tal vez no, tal vez lo que mas me gustaba, lo que mas anhelo es mirar junto a ti en la misma dirección.
Y en diciembre las calles iluminadas hasta la saciedad no dejan ángulo muerto en que hacerte mía, en que tenerte toda para mi, y el ambiente tenso de las prisas y la gente no nos permiten perdernos en las miradas, ni en los suspiros, nos someten a ese frenético ritmo que ni siquiera nos pertenece. Nos obligar a ir a venir, a cruzar a estar atentas a todo, a nada que nos interese realmente. Y siento que solo nos quedan obligaciones, recuerdos y este amor que sigue latiendo con fuerza, se entristece al no poderte tenerte para sí, sino tener que compartirte con la cruel sociedad.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso... y triste. Piensa siempre que diciembre se acaba, y que junio vuelve más rápido de lo que se fue...


Se te echaba de menos...^^ Besos!!

Y feliz año nuevo ^-^

Safo dijo...

eso espero, aunque será complicado pues quiero el mismo junio que ya un día pasó, y ya se sabe que el río pasa sólo una vez, pero eguiré con esperanzas
feliz año a todos

Anónimo dijo...

Es
algo
que no
describirlo
no
no sirve
no vale
no puedo

Anónimo dijo...

Diciembre, veintisiete. Añoranza, tristeza, anhelos, carencia de junios, julios, agostos donde reinaba la excitación, la curiosidad, la incertidumbre...

me creía más especial de lo que soy... esta es tmb mi misma historia.

Podría publicarla en mi bloc haciendo un link al vuestro.

Gracias por adelantado